Dos ex alumnos de la Normal quisieron inmortalizar la obra y la figura de Sandra Díaz.

Dos ex alumnos de la Escuela Normal Superior “José Figueroa Alcorta, la Prof. Gabriela Pepichelli y el Ing. Rec. Nat. Renov. Juan Manuel Villarroel, elevaron la propuesta a las autoridades directivas para que el salón de actos del establecimiento educativo Bellvillense lleve el nombre de la homenajeada del día, la Dra Sandra Díaz, en los fundamentos dice “En nuestro carácter de ex alumnos de la Escuela y por considerar a la Dra. Sandra Díaz, egresada también de este establecimiento, la mujer argentina más destacada e influyente de la ciencia en el mundo proponemos que el Salón de Actos de la Escuela Normal Superior “José Figueroa Alcorta” lleve su nombre.

                                   La Dra Sandra Mirna Díaz, quien recientemente recibió el reconocimiento “Princesa de Asturias” tiene una destacadísima trayectoria y compromiso en la lucha contra el cambio climático.

                                   Nació en Bell Ville, cursó sus estudios secundarios en nuestra escuela, estudió  y se doctoró Biología en la UNC, en el Centro de Ecología y Recursos Naturales Renovables de esa universidad. Poco después conformó el cuerpo docente de esa casa de altos estudios y sigue desempeñándose como investigadora del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal, entre otros.En el año 2007 recibió el PREMIO NOBEL DE LA PAZ como miembro activo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.

                                   Su producción científica es extensa, su primera publicación data de 1987. Ha publicado un total de setenta y tres artículos en revistas científicas con referatos, 21 artículos que corresponden a capítulos de libros y 20 artículos cortos, comentarios editoriales y artículos de difusión. Sus trabajos han sido citados más de dos mil veces.

                                   La Dra. Díaz fue una de las autoras principales del informe internacional que alertó sobre un millón de especies en peligro. Ha jugado un papel fundamental en el desarrollo del concepto de diversidad funcional. Asimismo, a través de contribuciones teóricas, metodológicas y empíricas, ha demostrado cómo los caracteres biológicos de las plantas vasculares influyen sobre su vulnerabilidad al cambio climático, y las consecuencias que esto trae para el funcionamiento de ecosistemas. Es miembro de las Academias de Ciencias de Argentina, Estados Unidos, Francia y el Mundo en Desarrollo, miembro honorario de la Sociedad Británica de Ecología, y miembro extranjero de la Royal Society de Londres. Anteriormente, recibió el Premio Cozzarelli (2008), el Premio Margalef en Ecología (2017), el Premio Senckenberg para la Investigación de la Naturaleza (2019) y el Premio Gunnerus en Ciencias.

                                   Uno de sus grandes logros, motivo entre otros por los que fue premiada con el Princesa de Asturias, fue la participación en el desarrollo de una metodología capaz de cuantificar los efectos y beneficios que tiene la biodiversidad de las plantas de un ecosistema y su aprovechamiento por parte del ser humano en distintos usos (combustible, alimentación, materiales…) así como su eficacia para contrarrestar el calentamiento global, por ejemplo atrapando CO2 presente en la atmósfera.

                                   La bióloga especialista en botánica,  Sandra Myrna Díaz, en su discurso al recibir el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2019 junto a la científica estadounidense Joanne Chory,  ha definido a la naturaleza como un tapiz que nos «entreteje y nos atraviesa» basado en un «moler y rehacer siempre con los mismos materiales». Sus palabras, denuncian contra la desvastación medioambiental. También se destaca por ir más allá, y hacer una conexión clara entre la preservación de la naturaleza y los modelos económicos y sociales que, en su opinión, la amenazan gravemente.

                                   En una entrevista con la BBC expresó:

“Hay dos o tres narrativas —como mínimo— que no son más que distintas caras de la misma moneda destructiva.

Por un lado, se dice que no se puede «tener una buena relación con la naturaleza y desarrollarse». Eso no es cierto. Hay ciertos modelos que te hacen elegir, pero cada vez hay más evidencia de que se puede tener una relación estrecha y enriquecedora con la naturaleza y además tener todo lo que uno necesita para una vida plena.

La otra narrativa es que, como somos pobres, nos tenemos que desarrollar y la naturaleza se tiene que ir al tacho.

Y otra narrativa, que es terrible, es que los pobres degradan. En mi país esta narrativa —»los pobres erosionan, matan la biodiversidad, sobrepastorean»— es común, y es maligna.

Seguro que hay mucha gente que se ve forzada a cruzar algunas barreras ecológicas por la situación en la que vive. Pero si uno analiza los casos en detalle, claramente ve que la huella ecológica de los ricos es mucho mayor que la basura que producen los pobres.

Lo que pasa es que los pobres se ven forzados a vivir a unos metros de su basura y la de los ricos, mientras que los ricos hacen que su basura desaparezca.

Para mí no son los pobres los que están destruyendo el mundo.

Otra narrativa que me parece que es muy mala y que nos ha hecho mucho daño en nuestra región es que la naturaleza es un lujo, no un derecho.

Y como es un lujo, es algo que los ricos se pueden permitir pero los pobres y el gran común de la gente no. Se tienen que contentar con el parquecito urbano y con el programa de naturaleza que ven en la TV.

Me parece que esa es una narrativa terrible, y la gente tiene que recuperar la idea de que la naturaleza es un derecho de todos.

“Yo creo que lo primero que tienen que hacer es tomar conciencia de que su derecho a una relación estrecha, enriquecedora y cotidiana con el tapiz vivo.

Y cuando digo tapiz vivo no me refiero al gorila o al orangután que está en Borneo y alguien de nuestras ciudades latinoamericanas nunca en su vida va poder ir a ver.

Me refiero a los espacios verdes urbanos, los parques, la agrobiodiversidad, todo esto vivo que nos rodea todos los días.

Ellos tienen derecho a eso y lo primero es darse cuenta y exigirlo socialmente, involucrarse en movimientos sociales a distintas escalas, protestas a nivel de legislación, medios, redes.

Y también preguntarse todos los días si uno lo que está consumiendo realmente lo necesita o no.

Cuando uno compra algo lindo y baratísimo debe preguntarse cuál fue el costo real de producirlo.

Si se hizo a costa del sufrimiento de qué seres vivos, qué personas, y qué va a pasar con esto cuando ya no lo quiera más.

Debemos preguntarnos cuál es el daño y el sufrimiento que de alguna manera está empapando ese producto que vemos lindo, barato y glamoroso»

                                  Por lo expresado anteriormente y por todo lo que queda aún por destacar de esta mujer de las ciencias es que consideramos que el Salón de Actos de la Escuela Normal debe llevar su nombre como un reconocimiento a su compromiso social y con la naturaleza”.

Madre e hijo egresados de la Escuela Normal de Bell Ville tuvieron la iniciativa de destacar con el nombre Dra. Sandra Díaz al salón de actos de la institución donde cursó sus estudios secundarios la científica.